¿Cómo es entrevistar a un colega del diario? Resulta difícil “silenciar” la admiración al otro, a su trabajo, pero como siempre digo, detrás de El Litoral, Mirador Provincial, hay periodistas, cineastas, escritores, poetas de gran calibre, grandes personas que conviven con la realidad del lector y empatizan con la misma. En esta oportunidad hemos entrevistado al Licenciado en Comunicación Social, cineasta, Guido Povolo.
Esta entrevista aborda sin reservas y a puerta abierta su vivencia con el cine, el barrio que lo vio crecer, el amor, los libros que leyó y sus ideas.
Cabe destacar la gran labor periodística que realizó Guido con “Un día a la vez. El camino de Graciela Brondino”. Se trata de un documental escrito y dirigido por él mismo para visibilizar la lucha de los familiares de víctimas de la inseguridad.
Una maleta de ilusiones
-¿El periodista y el cineasta son hacedores de historias atrapantes?
-Es curioso como el periodismo y el cine tienen tanto en común, para mí son dos oficios que van de la mano y se resumen en una sola frase: “el arte de contar historias”. Creo que son esos mismos relatos, los de la vida de una persona o un acontecimiento el que nos atrapa y nosotros solo devolvemos nuestra mirada. Es como el sabor de un beso que nos queda en la boca, que luego elegimos volcarlo a un papel o a una fotografía. Es muy pretencioso decir que una historia puede atraparte o no, pero soy un convencido de que cuento la historia de otro al que elijo hacerlo propio, de la misma manera en que alguien admira a un autor o a una obra.
Se despierta el bichito periodístico
-¿Podrías explicarnos cuándo y cómo se despertó en vos la vocación periodística?
-Se despertó dentro del mismo oficio, trabajando ya inserto en un medio de comunicación. Yo estudié para “ser periodista”, algo de lo que García Márquez estaría en contra. Él decía que los periodistas que salen de las academias no tienen entrenada la duda y que es esencial a la vocación llevar “la pregunta dentro” y yo agregaría “a flor de piel” porque eso nos hace tomar una acción. Es decir, algo que no se estudia, que ya viene con uno. Tal vez, se despertó cuando superé el miedo a preguntar por lo que me parecía relevante de un hecho o suceso noticioso y salí de la norma objetiva de solo informar a través de la labor periodística.
-¿Cómo empezaste con el cine, cuál dirías que fue el origen de ese vínculo y esa elección?
-Creo que hay varios factores, pero recuerdo lo ansioso que me ponía ir al videoclub con mi familia para buscar vhs con portadas y títulos atrapantes para llevar a casa. Con esto puedo decir con certeza que soy un hijo del cine occidental norteamericano. Luego, al comenzar la universidad pública y al tener grandes formadores en cada cátedra pude aprender que hay otros géneros y paisajes que van más con mi forma de ser: una especie de quimera entre el teatro y la palabra escrita u oralizada. El cine documental latinoamericano tiene la posibilidad de ser todo eso y más, es como un poema al que puedo escribir y reescribir y que me permite agregarle una fuerte cuota de crítica social sobre cómo vivimos. Podría decir que eso es demasiado pretensioso, pero siempre conecté con aquella persona vulnerable ante hechos de injusticia social. Además, un gran detalle es que trabajo como camarógrafo de televisión y eso me permitió vivir y grabar personas y situaciones reales de todo tipo.
En fin, el cine es un campo que no dejo de estudiar y en el que me permití caminar. Me parece un laboratorio exquisito y muy difícil de concretar, más el cine litoraleño que siempre ha sido a pulmón. Esa es mi elección, aunque debo decir que tener la capacidad de aunar todos los factores que hacen que esa química sea exquisita es una lucha titánica y hasta a veces descarnizada.
Además el cine es una elección que sirve como catarsis porque todas esas experiencias de vida quedan en la psiquis de uno y uno en su afán creativo quiere devolver algo de lo que vive.
Huellas
-Hablanos de tu infancia, que personas influyeron en tu vida y en tu carácter.
-En primer lugar mi familia, somos muchos y considero que es como vivir en una pequeña comunidad en donde se recrea a la sociedad misma. No tengo personas específicas, pero si fragmentos que guardo para mí mismo y que forjan mi carácter. Por ejemplo, mi padre me enseñó el valor del esfuerzo y del trabajo en un taller de herrería durante los veranos de mi adolescencia, mi madre me enseñó a darlo todo por mis afectos cuando llegaba cansada de las guardias nocturnas como enfermera de hospital y Graciela Brondino me enseñó a no claudicar ante nada ni nadie por lograr un objetivo cuando le cumplió la promesa a su hija fallecida tras 11 años de lucha ininterrumpida. Así podría nombrar a muchas personas más, tal vez diría que soy humano, demasiado humano.
-En tu profesión como periodista, ¿cuáles momentos destacarías particularmente como impactantes y por qué?
-Hay varios momentos impactantes en la labor periodística. En este momento, recuerdo una siesta de verano previo a año nuevo en 2017. Estábamos a punto de salir con el móvil a hacer encuestas sobre “cómo iba a pasar las fiestas el santafesino” si lo pasaba “en familia” o “con la pareja”. En ese momento, mi compañera de móvil me avisa que había ocurrido un múltiple asesinato en un barrio de la zona suroeste de la ciudad. Cuando llegamos todo barrio Alfonso estaba revolucionado y había un cordón policial de muchos efectivos protegiendo la casa en donde un penitenciario había matado a su expareja, una hija de esta mujer y su novio, su excuñada y su exsuegra. Estaba a punto de ocurrir un linchamiento masivo cuando de repente llegaron varios de los familiares de los asesinados al lugar. Entre ellos estaban los padres del joven muerto, eran vecinos míos y su hijo asesinado tenía mi edad. Todavía no puedo sacar de mi cabeza cuando reconocí a mi vecino y vi su rostro quebrar en llanto y desesperación al enterarse de que habían matado a su único primogénito. Su cuerpo cayó rendido en el pavimento caliente, buscando llegar a esa casa llena de horror. Desde ese momento me he preguntado: ¿puede el periodismo cambiar esta realidad? Eso no lo sé, pero de alguna manera me sirve de consuelo pensar en que lo intento.
La huella de tu mirada
-¿Cómo fue el proceso de realización de “Un día a la vez. El camino de Graciela Brondino”?
-Me gusta observar y escuchar en los momentos de quietud. A Graciela la conocí en 2016, cuando era un recién iniciado. Me sorprendió que una mujer me reciba tan tierna y abiertamente a un desconocido para hacer una nota periodística. Su relato, el de una madre que ve como su familia se destroza tras el asesinato de su hija, hizo que quiera realizar un trabajo fotodocumental de su lucha. Me preguntaba: ¿Cómo hace esa mujer para conservar la paz y la quietud en la cocina de su casa tras haberlo perdido todo? Ese trabajo foto periodístico mutó, naturalmente, en un trabajo audiovisual que trata sobre la problemática de los familiares de víctimas de la inseguridad reflejada en su transitar. En particular fue un trabajo a cuentagotas, porque no todos los familiares y víctimas están dispuestos a remover la cicatriz de una herida para que uno sepa qué pasó. Esa mujer logró dar con los asesinos de su hija, hacer de policía, de juez y de fiscal. Es decir, logro torcer el aparato burocrático del poder judicial. Con el tiempo pude comprender porque tenía tanta paz, era porque estaba segura y convencida de que iba a lograr su objetivo: cumplir una promesa de amor. Y eso es un ejemplo de vida.
-¿Qué evaluación hacés sobre esa experiencia?
-Fue un proceso muy enriquecedor, realmente no me esperaba la repercusión que tuvo y sigue teniendo. También me motiva a seguir haciendo cine y periodismo. Pero debo decir que es un proceso hecho muy a pulmón, en donde haces de productor, camarógrafo y asistente. El cine debe pensarse como un proceso colectivo y comunitario, en donde necesariamente necesitamos de la mirada y la mano de otro. E cine del litoral siempre ha lidiado con esa falta. Si bien hay apuestas y producciones interesantes, es necesario que haya más convocatorias y que el circuito esté más aceitado. Me ha pasado muchas veces que tener que insistir y golpear muchas puertas para encontrar una sala o un espacio público para proyectar. Eso limita que la rueda gire e incentive a otros a crear.
-¿Cómo ves el panorama del periodismo en el mundo?
-Es una pregunta muy amplia, pero considero que hay muchos profesionales del oficio que realmente se comprometen con lo que hacen. En particular creo que un periodista debe comprometerse con la realidad que retrata y su eje debe ser el de analizar lo que sucede poniendo a todos los actores que inciden sobre la mesa y no por debajo si hay una bajada de línea. En lo personal, esto lo veo reflejado en varios fotoperiodistas que sigo como Pablo Piovano, Rodrigo Abd y Mauricio Centurión. Considero que los tres han sabido tomar las riendas de su trabajo sin tener que cancelar una muestra fotográfica por temor a las repercusiones.
-Hablando de vos… ¿Recordás el primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?
-Siempre hubo lecturas y cuentos para dormir de niño. Pero el primero que me senté a leer fue “El túnel” de Ernesto Sabato. Poco a poco fui cayendo en el espiral de soledad del protagonista y en la agonía que vivía tras haber cometido su crimen. Luego vinieron otros cuentos cortos, como Los ojos del perro siberiano de Antonio Santa Ana, los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga y El Principito. Viéndolo de esta forma, diría que empecé de atrás para adelante con la recomendación de lecturas por franja etaria. Esto me permitió entender las cosas de otra manera, pero no me arrepiento. Por ejemplo, a Rayuela de Cortázar, lo podés leer desde el principio al fin o según la recomendación del autor.
No recuerdo la primera historia que escribí, pero por lo general escribo relatos cortos, poemas o aforismos de cosas que me pasan en lo personal o lo que veo en las noticias y sobre las que reflexiono en búsqueda de sentido. Eso último lo tomé de Horacio Quiroga y creo qué Arlt hacia lo mismo, inspirarse en hechos reales para narrar sus historias.
-¿Cómo se sortea la ilusión de un periodismo investigativo denunciante frente a una realidad que difiere a la del periodista?
-Foucault dice el poder no se posee, el poder se ejerce. Y si como periodistas tenemos la posibilidad de investigar, de contrastar y de contar un hecho que consideramos injusto para una minoría bajo los mecanismos adecuados de denuncia, ¿por qué no hacerlo? Es cierto que muchas veces el periodismo trabaja para sectores que detentan “poder”. Pero todo ciudadano consciente de sus derechos puede hacer uso de ellos. Recuerdo haber protagonizado como periodista actos públicos en Plaza de 25 de Mayo o frente a la Legislatura en Santa Fe con muy poca convocatoria. Esos pequeños actos, creas o no tienen incidencia y marcan “la cancha”. Diría que más que denunciar, es problematizar una realidad. El acto de salir de la caverna, es por sí mismo, un hecho revelador al que debemos empujarnos en todo momento.
-Y si nos vamos a lo coyuntural, ¿qué pensás de las modificaciones a la Ley de Cine argentino que propone la Ley Ómnibus?
-Siendo moderado, resulta repudiable desde todos los ángulos por donde se lo mire. Esas modificaciones lo que buscan es desfinanciar la producción de nuestro cine argentino a través de más impuestos y gravámenes. Las películas que se hacen en el país, no se hace en ningún lugar del mundo y genera gran cantidad de divisas permitiendo que sea autosustentable. El financiamiento del ENACOM hacia el INCAA resulta de los montos percibidos por esos mismos ingresos. La Ley 17.741, como se ha repetido incansablemente, permite la autofinanciación del cine nacional y es la fuente de trabajo directo e indirecto a más de 500 mil argentinos. Y esto se puede lograr producto de que el cine nacional es una industria pujante y consolidada. ¿Cuál es la urgencia en modificar con la ley ómnibus una industria que se sostiene por si sola?
¡Lo que se viene!
-¿Proyectos a futuro?
-Hay varios proyectos en carpeta. Recientemente comencé una coproducción con una colega y amiga en Italia que busca mostrar y problematizar las realidades de la prostitución en “el primer y en el tercer mundo”. Por otra parte, estoy cerrando un documental que busca ser un poema audiovisual a más de 20 años de la inundación de Santa Fe. Es curioso porque actualmente la provincia atraviesa grandes inundaciones en distintas ciudades y me lleva a reflexionar sobre que se ha hecho en estas dos décadas para evitar todo esto. “La Escalera del Agua” es un proyecto que me permití comenzar y al que he invertido tiempo y esfuerzo con grandes realizadores y artistas y que espero pueda ver la luz este año.