Entre los libros más vendidos en este verano en el país se encuentra “Rosario. La historia detrás de la mafia narco que se adueñó de la ciudad”, escrito por los periodistas rosarinos Germán de los Santos y Hernán Lascano, y editado por Sudamericana. A pocos meses de su lanzamiento, se terminaron los ejemplares en las fiestas de fin de año, y ya sale una segunda reimpresión. Es que no son pocas las personas que quieren entender qué pasa con la particular violencia de esta ciudad tan bella como fatal, en la que el negocio narco ahora mutó al negocio de las amenazas y extorsiones.
Este es el segundo libro escrito a cuatro manos por Lascano y De los Santos, el cual viene a expandir la complejidad de las tramas delictivas. El primero fue “Los Monos. Historia de la familia narco que transformó a Rosario en un infierno”.
Fue publicado en el año 2017 por la misma editora, y tras el lanzamiento de este segundo libro, ahora muchos lectores curiosos buscan esta especie de “precuela”, enfocada en la historia del clan Cantero en sus orígenes y el comienzo de la escalada de enfrentamientos entre las bandas. Este primer libro es difícil conseguirlo hoy en librerías, y se estima que se va a imprimir otra vez. Aquel ya tuvo cinco reimpresiones.
Este nuevo libro, que publicaron seis años después, amplía el espectro de los protagonistas del negocio de la violencia, por lo que allí se conocen los roles de policías, jueces, fiscales, políticos, hombres de negocios, y se enfoca en esta otra organización criminal del rival de Los Monos, Esteban Alvarado, así como los roles de Julio “Perú” Rodríguez Granthon, los hermanos Funes y el asesinado Luis Medina.
A través de la compleja trama que tejieron en sus capítulos se va componiendo la lógica de la violencia que fue llegando desde la periferia pobre hacia el centro, donde el dinero en negro se mezcla con la economía formal en las cuevas de la “city” rosarina. “Vos, yo, los políticos, los hombres del agro y los narcos, ponemos nuestro dinero en los mismos lugares, por deficiencia del sistema económico”, afirmó Germán de los Santos en una entrevista con Mirador.
-Su nuevo libro desde el lanzamiento en noviembre pasado viene siendo muy vendido y comentado entre lectores, así como ocurrió con su libro anterior, y no es usual ver un libro de No ficción escrito a cuatro manos. ¿Cómo surgio la idea de redoblar la apuesta con este segundo libro?
Germán de los Santos: -Estuvimos unos dos años escribiéndolo. Empezamos en la pandemia a organizarlo, y la verdad que armar un libro lleva mucho tiempo, es complicado. Tras el primero, pensamos hacer otra cosa. Armamos un esqueleto, como un índice de temas que se entrelazan.
Entre los dos fue enriquecedor: nos dividimos los capítulos, cada uno iba escribiendo y los intercambiamos para ir reescribiendo. Ya nos conocemos y trabajamos bien juntos, tenemos nuestra dinámica.
En cada capítulo narramos un hecho y a partir de esa escena vamos entrando en las diversas historias, para salirnos de la crónica que solemos hacer cada uno en la diaria.
-¿Cuáles son las historias que prevalecen en este segundo libro?
-Para empezar el libro nos centramos en la historia de Esteban Alvarado, el narco desconocido de Rosario, y encontramos la traición como eje. En el anterior libro empezamos con el crimen dl Claudio “Pájaro” Cantero, líder de Los monos, que comenzó el reguero de sangre en 2013.
En este caso buscamos el origen del libro, y pensábamos arrancar con la traición de Alvarado a sus compañeros en un asalto a una chatarrería en 2006, y luego cuando fue su intento de fuga de la cárcel de Ezeiza en helicóptero (en marzo de 2023), en la que lo traicionan a él, terminamos pensando ese hecho como el inaugural.
En Rosario circula mucho dinero en negro, un 60 por ciento, por el propio negocio agroindustrial y por el comercio mismo que contribuye a que el dinero sea anónimo. La plata se fue mezclando en las cuevas financieras, que están dominadas por agropecuarios con su dinero en negro. Por eso recién el año pasado fue la primera condena de la historia en la Justicia Federal de Rosario, a Delfín Zacarías, el “rey de la cocaína”.
La idea no era buscar una secuela del libro anterior, porque queríamos hacer otra cosa. Señalar a los otros protagonistas, que son los empresariales, políticos, de fuerzas de seguridad, la justicia, por fuera de solo las bandas. Y para eso en el capítulo 15 “La torre” ejemplificamos con el encuentro que narramos en un restaurant llamado Pampa del centro rosarino, que ya no existe. En ese encuentro se refleja el concepto de lo que ocurre en la ciudad, que el dinero es el que aglutina a todos, porque la dinámica criminal pasa por las cuevas financieras: allí se junta el dinero tuyo, el mío, el de políticos y Alvarado, por deficiencia del sistema económico. Es un dinero anónimo.
Durante muchos años el socialismo subestimó el problema, porque lo tomaba como un conflicto entre ellos, y ese discurso quedó impregnado en la sociedad que sigue pensando que es un problema “marginal y entre pobres”, cuando es un problema de la ciudad, y se encendió la alarma con el ataque a la casa del entonces gobernador Antonio Bonfatti.
-El libro anterior tuvo mucha repercusión y reimpresiones. ¿Como pensaron este segundo para continuar en sintonía con la recepción del primero?
-El de Los Monos lo escribimos porque contamos como novedoso que una familia se dedicaba íntegramente a la criminalidad narco, y así describimos la marginalidad en el barrio La Granada, de donde salen: el gueto de pobres que nació en época de la dictadura, donde los hacinaron. Ahí denotamos cómo ya desde sus orígenes ellos eran violentos.
En este nuevo libro buscamos contar sobre el enemigo oculto y desconocido, que es Alvarado. Fuimos hacia atrás en el tiempo, de cómo en 2006 no había tanta violencia, sino que había mucho dinero y mucha oferta de cocaína y mostramos la complicidad policial. De cómo antes los “canas” eran la jerarquía, y en el tiempo esa estructura piramidal se quiebra, pierden control de la calle y pasaron a ser sólo cómplices de estas bandas.
Los capítulos son independientes, se pueden ir leyendo en cualquier orden, pero son eslabones de una misma historia sutil que fuimos haciendo cuerpo. Venimos del manejo de mucha información, y por eso, teníamos en claro que queríamos contar estos personajes que vayan llevando la historia para que lo pueda leer cualquier persona que no conozca la criminalidad de Rosario.
-En un fragmento del libro hablan de la ruta al mundo, que en Rosario también ofician cárteles internacionales, pero que no se tocan con las bandas narco territoriales
-Así es. No se tocan. Porque los cárteles entienden que la violencia deja en evidencia el negocio. Es un negocio muy empresarial que lleva mucha logística y tiempo. Usaron empresas para la exportación de granos de otras provincias, creadas con mucha anticipación. Exportaron de forma legal antes para que AFIP no detecte nada irregular, y luego usan esa empresa para pantalla para exportar droga a Dubai. Asi fue el caso del galpón con droga en Empalme Graneros, para el cual las reuniones se hacían en Funes, y la pata local eran narcos bonaerenses. Lo único rosarino era el galpón en un lugar de la ciudad, y mucho dinero para pagar esa convivencia.
El caso del llamado “Narcoarroz” fue más sofisticado, porque ganaron una licitación de proveer arroz en el programa Hambre Cero al África, y embebieron cada grano de arroz con cocaína para que no sea detectado. Tenia una pata local que era un oncólogo prestigioso en el barrio Arroyito que era quien hacia el tratamiento del arroz con la droga.
Las bandas rosarinas en cambio tienen una organización poco sofisticada. Ellas pelean por un par de manzanas en su barrio, no les da la logística, la espalda, para meterse en el negocio de los carteles. No tienen cuentas en la isla Caimán o triangulen con cuentas suizas. Su lenguaje es a imponerse al resto a través de la violencia y las armas. Llevan los billetes de la venta de droga a la cueva, y ahí es donde se vuelve sofisticación al ingresar con negocios en un loteo de un country, un negocio industrial o un fideicomiso. Cambia el dinero de fisonomía. Alvarado por ejemplo creó empresas varias. Buscaba insertarse en la economía más formal, buscar salir de este negocio que, en Rosario, no parece tener escapatoria.
-¿No hay riesgo de que ambos tráficos se unan y empeoren la realidad local como está ocurriendo en Ecuador en los últimos años?
-Al momento no se cruzan ambos negocios. Si sucede, van a aparecer cuerpos colgados de los puentes como en Méjico. Ojalá que no pase.
Es una escalada que ocurre en el mundo de manera similar: primero el control territorial, complicidad con la policía, inserción en el Estado, la penetración social y naturalización del fenómeno, van ganando poder.
Los restos de un cuerpo descuartizado en contenedores en la zona del Saladillo en 2020 encendió alarmas nacionales como detonante porque el propio instigador en una escucha, planteó su orden que se haga “a la mejicana”.
-¿Cuándo analizan ustedes que los narcos comenzaron a usufructuar este negocio de la violencia?
-Lo establecemos en 2018, cuando comenzaron a disparar contra los jueces y funcionarios judiciales. Bullrich ordenó trasladar al Guille Cantero a la cárcel de Resistencia, Chaco. Los Monos se enojaron pensando que iban a perder el negocio estando lejos, pero después entendieron que podían seguir teniendo liderazgo desde el celular. Y al ver cómo sus ataques generaban mucha conmoción, se dieron cuenta que eso podía ser un negocio.
Les tiraron entonces a locales como por ejemplo un supermercado que compraba mercadería a piratas del asfalto. El dueño no podía denunciar que fue baleado en la Justicia, entonces pagaba una extorsión. Así extorsionan a todo tipo de rubros y vecinos.
Eso en los últimos meses abarca también espectáculos musicales nacionales e internacionales de Rosario. Es un negocio sencillo: amenazan sin llegar a balear. Los productores musicales tienen miedo y pagan antes que la gente se entere de la amenaza. Es un negocio más fácil que vender drogas.
-Como periodista que conoce el asunto del narcotráfico en otras ciudades del mundo ¿consideras que un Estado fuerte puede frenar la escalada de violencia y el problema del tráfico de droga local?
-Es posible, y el Estado debe invertir mucho dinero. La experiencia exitosa de pacificación fue el barrio Municipal. Una intervención de distintos sectores del Estado bajó los niveles de violencia. Fueron parte la justicia, el plan Abre, fuerzas federales, y se mejoró la situación habitacional y de salud de todo ese barrio. Los resultados fueron buenos.
En otros países, como ocurrió en Colombia, se frenó por un pacto que se hizo con la caída de los lideres de los carteles, los sicarios de Escobar. Hay un mito de que se acordó en un partido de futbol.