La campaña algodonera en el noroeste santafesino podría sufrir serias consecuencias si llega hasta la zona la población de picudos del algodonero (Anthonomus grandis) que se constató recientemente en algunos distritos del Chaco.
Sucede que en el departamento 9 de Julio, donde se produce el 80% de la fibra provincial, las primeras cargas de las plantas se perdieron en enero y febrero a causa de las olas de calor y el clima seco. Ahora los productores dependen de una segunda carga, que está comenzando a desarrollarse en esta plantas a las que describen como “canilludas”, ya que les quedó un largo tallo desnudo y concentran en la parte superior el follaje y los pimpollos.
El técnico Amilcar Martel, que monitorea cultivos en la zona, constató en Venados Grandes, municipio chaqueño de Chorotis, a sólo 22 kilómetros del límite provincial, una alta presencia de la plaga. “Ojalá se mantenga de ese lado”, dijo, y explicó que los Bajos Submeridionales podrían contenerla, ya que constituyen un “vacío sanitario” al no tener cultivo sobre el que se desplacen los insectos.
Martel indicó que el picudo es una amenaza económica durante el período en que la planta larga el pimpollo y forma la bocha. Una vez que ese proceso se concretó, el insecto sólo se alimenta de las nuevas flores o bochas secundarias. Por eso en el Este algodonero, donde no perdieron la primera carga, la presencia de picudos en los lotes no genera gran preocupación, aunque no signifique que deban descuidarse los lotes.
El técnico relató que las olas de calor con viento norte y baja humedad, en enero y febrero, tomaron las primeras cargas en 9 de Julio, dejando los cultivos “vacíos” o “canilludos”. Pero con el retorno de las lluvias las plantas rebrotaron y ahora los productores apuestan a esta nueva carga. “A la gran mayoría le está pasando eso, por lo tanto lo del picudo es muy grave porque los afectaría; mientras que si ya tuvieran la carga, no dañaría las bochas sino las flores y las bochas más tiernas, más chiquitas”, detalló. “De hecho estamos esperando eso, para que salve el año de estos algodones”, afirmó.
A las primeras bochas, que se arrebataron por el calor y quedaron pequeñas, “les decimos galletitas; no se pueden juntar, no tienen valor porque la fibra es muy corta, además que la máquina no las levanta”, precisó.
Mientras en Chaco el clima ayudó a la carga de bochas grandes y el picudo no les hace nada, “acá, que no tenemos esa carga que perdimos por el calor, tenemos que seguir cuidando la planta al menos un mes más para poder fijar lo que ahora son pimpollos”.
Actualmente el cultivo se encuentra floreciendo y con pequeñas bochas del tamaño de un pulgar. “Si apareciera el picudo en este momento implicaría un sobrecosto de hacer 10 aplicaciones por lo menos”, estimó Martel. Pero aclaró: “por suerte no está, al menos en esta zona”, dijo en referencia a San Bernardo, Villa Minetti y Gato Colorado.
Si bien hubo capturas, no se registran en niveles altos que requieran pulverizaciones. Pero en Venado Grande y Chorotis, en Chaco, tampoco había “y les llegó ahora, hace 15 o 20 días; lo que nos está defendiendo son los Bajos Submeridionales, que son una barrera geográfica, un vacío sanitario, que impide el avance”.
Martel mencionó que hacía dos años que casi no se detectaba la plaga, producto de la sequía. Sin embargo, “ahora finalmente apareció” y ahora está avanzando porque es la época en la que más prospera la plaga.
Al respecto, el presidente de la Asociación para la Promoción de la Producción Algodonera (APPA), ingeniero agrónomo Cristian Zorzón, confirmó que se ven picudos en los lotes, pero “no quiere decir que haya daño económico; porque están en los pimpollos que se siguen produciendo posterior al fin de floración efectiva y la planta no los retienen”. Y precisó que cuando la planta ya pasó la floración efectiva, unos 90 días post siembra, el picudo no afecta rindes medianos de 2000/2500 kilos.
Si bien para siembras tempranas no es un problema, porque la carga ya está hecha, en los tardíos “puede ser un problemón”. De todas formas, sostuvo que “en prácticamente todos los lotes la situación está controlada: hay capturas y daños pero sin consecuencia económica, porque se dan en las cabeceras”.
En estas circunstancias, además, Zorzón comentó que las trampas no reflejan la realidad del lote, porque el insecto prefiere el cultivo cuando tiene pimpollos. “Por eso, siempre hay que monitorear y controlar cada lote”.