Newell’s se encuentra en el rincón más oscuro de su laberinto futbolístico. Quedó demostrado este jueves, con la dura derrota de local ante Instituto, con un técnico interino sentado en el banco y un equipo sin brújula, sin rumbo, que solo se movía empujado por la inercia que producía la bronca de los hinchas que colmaron el estadio con la ilusión de ver algo distinto. Es un momento muy delicado, porque esa oscuridad que hoy atormenta a los jugadores, se va trasladando hacia las otras áreas de la institución, como siempre pasa en los clubes que tienen al fútbol como principal motor. Quedó demostrado en los silbidos, los insultos y los cánticos que recibió el presidente Ignacio Astore durante casi todo el partido, que el conjunto cordobés ganó de punta a punta. En la “Lepra” todos sabían que había que llegar a la orilla del receso, aunque fuera con manotazos de ahogado. Ahora la dirigencia tiene un poco de aire para pensar en el mejor entrenador posible para capear esta tormenta. Elegir rápido y bien, es el mayor desafío.
Cuando los hinchas de la platea que da espaldas al Museo Histórico Provincial, en el corazón del Parque de lal Independencia de Rosario, se ponen de espaldas al partido y ponen su atención en el palco dirigencial, es síntoma de que algo no anda bien en Newell’s. Es exactamente lo que sucedió el jueves por la noche, después del gol tempranero de Lodico, que empezó a sentenciar la derrota “leprosa” en el Coloso. Lo reproches ya no tuvieron como principal foco a los futbolistas, mucho menos al técnico interino Adrián Coria. Los reclamos fueron para la dirigencia, encabezada por el presidente Ignacio Astore.
Con el segundo gol de Instituto, en el “Coloso” tronó el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Un grito de guerra, pero también de bronca y de impotencia. Una consigna que, más allá del fervor del momento y de la necesidad de expresar un sentimiento por parte de los hinchas, no tendrá rebote. Por ahora no se irá nadie de Newell’s. Muy por el contrario, los que están tratarán de sumar gente que pueda llevarlos de la mano hasta la luz que siempre está al final del túnel.
Es cierto que el presidente Astore dispone ahora de tiempo para tomar, quizás, la decisión más importante de su gestión. El receso por la Copa América le da una tregua al médico que se ocupaba de la salud del plantel profesional en los largos años de Eduardo López al frente de la institución. Newell’s ya no se puede curar en salud, porque viene bastante lastimado por las malas decisiones y los malos resultados. Pero todavía está a tiempo de evitar la terapia intensiva o un cuadro de mayor gravedad.
El tiempo es clave en este presente “rojinegro”. Los jugadores fueron licenciados hasta el 24 de junio, para descansar las piernas y limpiar la cabeza. Los dirigentes y el director deportivo Ariel Michaloutsos, se quedan trabajando para encontrar el mejor sucesor posible al uruguayo Mauricio Larriera, que pasó con más pena que gloria por la institución rosarina. De los nombres que trascendieron, cuatro quedaron en pie: Alfredo Berti, Javier Sanguinetti, Eduardo Berizzo y Pablo Lavallén. Fuentes de la dirigencia dicen que no sale de ese cuarteto. Otros deslizan que habría un “tapado”. La pelota se para, pero el reloj sigue corriendo para los directivos.
Newell’s está en depresión futbolística hace rato. No pelea campeonatos, no logra salir de la pesada racha negativa en los clásicos con su eterno rival, no identifica líderes en la cancha con los cuales embanderarse -ni siquiera Ever Banega pudo hacerlo- y tampoco encuentra referentes en la dirección técnica para bancar a pesar de todo -el reflejo más fiel es lo que pasó con Gabriel Heinze-. Entonces, es lógico que las miradas ahora recaigan en la dirigencia y en el presidente. Más arriba no hay nada.