Pocos conocieron cómo vivió ella sus últimos días: rodeada de afecto en un geriátrico de Pichincha, el mismo barrio donde alegraba las noches con sus bailes afrocubanos y sus desnudos totales.
Un zapato de taco alto y de color rojo furioso luce su sensualidad desde ahora en el cementerio El Salvador. Es el homenaje a la famosa Rita la Salvaje, bailarina de los tiempos de la Pichincha de whiskerías que trascendió fronteras latinoamericanas, aunque ella no trabajaba por dinero, sino para su propio placer.
Era centralista, y admiradora de Evita Perón, a quien conoció en su adolescencia. Compartió escenario con el dúo tanguero del bandoneonista Cholo Montironi y el cantor Carlos Budini, y según el periodista Nacho Suriani, también lo hizo con el mismísimo Astor Piazolla, en una noche “casi surrealista, digna de una película de Fellini”.
Como aclaró Fabián Bazán en su libro “Insumisas”, vale aquí la aclaración, que Rita no entró en el circuito de la prostitución, sino en el circuito del espectáculo. “Nunca cobré, porque me enseñaron que, si cobraba, Dios me castigaría. Tampoco me considero una virgen santa. Si me agradaba un hombre, sabía dónde mandarlo para que nadie lo viera. Y más tarde iba yo”, fueron las palabras de Rita.
El mausoleo de La Salvaje es la primera posta del Paseo de las Memorias que desde ahora se emplaza en ese cementerio municipal, en el macrocentro de Rosario, frente al parque Independencia. Y para ello se trasladaron allí de los restos de Rita desde el cementerio La Piedad.
El homenaje, promovido por concejales y ex concejales rosarinos, busca destacar su trayectoria artística y su lucha por la igualdad de derechos para las mujeres, como “una mujer adelantada y emancipada, ya que, entre otras cosas, Rita fue una artista popular que levantó consignas del feminismo actual”, expresaron desde la cartera de Cultura municipal de la ciudad.
Una breve entrevista sobre el amor y las canciones y películas en su nombre.
El mausoleo es una obra de arte hecha por la artista visual Cecilia Núñez, quien ideó el zapato rojo de taco alto hecho en vidrio con un perfume. Y con motivo de este nuevo homenaje, esta cronista rememoró la breve entrevista que realizó a una anciana Rita, residente de un geriátrico de Pami ubicado en Pichincha, donde finalmente falleció en mayo de 2016.
Juana González saltó a la fama a mediados del siglo pasado, y continuó ejerciendo sus bailes mientras su mística crecía, hasta su retiro en los años ‘80. Ya en los años de su vejez, esta cronista tuvo un diálogo con ella en la calle Pueyrredón al 300, donde se encontraba despojada de dinero (tras un robo en su morada) y sin familia, pero con amigos y vínculos afectivos del geriátrico, donde se mostraba “siempre agradecida” a la vida.
Consultada sobre sus sueños, confesó que le hubiera “encantado” casarse y tener hijos, pero que sólo una vez se había enamorado y la habían engañado mucho. “¿Cómo no encontraste a ese hombre si sos hermosa?”, surgió la pregunta, a la que respondió honesta: “No tuve suerte en el amor”.
Inspirados en su sensualidad, los cineastas Sergio García y Hugo Grosso realizaron la docuficción “La Salvaje”, y varios fueron los músicos que le dedicaron canciones: Fito Páez con “Tatuaje Falso”; la banda de rock Vudú con “Rita”; y el blusero Beto Domínguez compuso “Unos Foquitos Azules”.
En 2005 la actriz Mariela Emme Vitale protagonizó el musical “Rita la Salvaje”, y la propia Rita asistió a la noche del debut, donde fue aplaudida por el público en 2005. Actualmente un gin rosarino adoptó también su nombre.
Los últimos días según su enfermera, sin plumas pero con amigos
Luego de la muerte de Rita, María, la enfermera del geriátrico donde vivió, compartió a esta cronista los detalles sobre cómo fueron sus últimos años, y también sobre el día en que ingresó el 4 de septiembre de 2014, acompañada por su amiga y apoderada, Patricia, “de buen humor, lúcida y coqueta, con el pelo largo a sus 88 años” para vivir allí sus últimos días.
Cuando Patricia la presentó y realizaron sus trámites de ingreso, en el geriátrico no se sabía que ella era Rita La Salvaje. “La recibimos como cualquier paciente”, recordó María. Pero fue en seguida que contó sobre su fama, y todos, los ancianos y las enfermeras, se interesaron en escuchar su historia.
Al principio las enfermeras la llamaban Juana, pero ella las miraba mal, y comprendieron que ese nombre hacía tiempo que no le pertenecía. Ella ya era Rita. Y, según cuentan, sus días transcurrieron en ese espacio rodeada de cariño y de horarios, luego de años soledad en una pensión y luego en casa de Patricia.
María suele entretener a los pacientes poniendo música en el grabador. “En varias oportunidades la cargábamos para que bailara y decía que no tenía las plumas. Yo le pedía que moviera la cola, pero me decía que ya no”, recuerda la cuidadora.
Como no conoció las nuevas tecnologías, los empleados le mostraron sus fotografías en Internet, y respondía sorprendida: “Sí, esa soy yo, porque fui artista”.
Una noche se descompensó, tenía temperatura y vino un móvil con médicos de emergencias. Decidieron internarla en el Pami, donde no evolucionaba bien. Según parece, ya no comía, “como que se entregó”, analizó la cuidadora.
Enfermeros y pacientes, los últimos amigos de Rita, se quedaron con el recuerdo de una mujer “muy contenta con su vida de artista, la bailarina de cabarets que fue un mito rosarino en Latinoamérica, que siempre la pasaba bien y vivía alegre”.
Un repaso de historia de la bailarina desnudista más famosa
Rita pasó de ser seudónimo a ser el nombre que identificaba a esta bailarina, afamada por sus números de desnudismo en diversos cabarets rosarinos. Su audacia la transformó en un símbolo de la vida nocturna de la ciudad.
Nacida como Juana González Ligresti, ella se crio entre muchos hermanos en la pobreza, en la ciudad de Avellaneda. Y tras la muerte de sus dos padres, el hermano mayor mantenía a todos los demás. A los 16 o 17 años se escapó de su hogar.
El nombre Rita lo adoptó en Chile, donde se hizo llamar Rita Day, por su parecido con la actriz estadounidense Rita Hayworth, y el apelativo 'La Salvaje' surgió en Brasil cuando realizaba un baile afrocubano y el presentador repetía "¡Ay, qué salvaje!".
Actuó en los escenarios rosarinos desde los ‘50 hasta 1982. Luego en el olvido de la noche rosarina, corrió el rumor de que había fallecido. Le robaron todas sus pertenencias y hasta estuvo internada en el hospital neuropsiquiátrico Agudo Ávila.
En los ‘90 el secretario de Cultura de Rosario, Enrique Llopis, gestionó para ella una pensión oficial. Desde entonces vivió una vida mas apacible, bajo el cuidado de amigo. En sus últimos dos años permaneció en un geriátrico de calle Pueyrredón, en el corazón de la Pichincha que elevó su mito a otras latitudes. El sábado 7 de mayo de 2016 a los 88 años, falleció en el policlínico de PAMI.