Foto:Gentileza.
Ariel Gustavo Pennisi
Luego de memorables obras como Rota (Mariano Stolkiner) o Conferencia bajo la lluvia (Fabián Vena y José Luis Arias), la sala Arteón continúa con su gran temporada en Rosario. Esta vez nos trae Olvidate de Matadero, una pieza teatral que invita a sanear las grietas que nos separan del otro desde el respeto por el relato popular.
La dialéctica de lo dicho y lo no dicho
La novela de lo relatado popularmente nos dice que un pueblo puede ser chico y tener decenas de infiernos grandes. Un habitante, un interior, un abismo, la ecuación censaria casi infalible. Un arquetipo evocado desde el semblante de una persona cualquiera, que se sale de la norma manteniendo el justo equilibro y espiando culpas, ¿qué sería de nuestra cultura sin el opa, el tonto?
Un Misky es necesario en cada comunidad. En la obra Olvidate Matadero lo hay y lo necesariamente tonto como para hundirse en las raíces más profundas de nuestra cultura popular al punto tal de llegar a Esteban Echeverría, el celebre exponente de la literatura nacional.
Misky es el hijo de la criada. Se encuentra en la casa repleta de libros del maestro. Allí aprende a leer desde su tontera, lo hace sin parar y aunque no entienda todo, no detiene su compulsión, incomoda e interpela.
El accidente llega la tarde en que lee el cuento del patrón, El Matadero y esa vez será distinto, porque él fue testigo de la jornada atípica, habitó el lugar de los hechos y puede reconocer que no fueron así las cosas sin distinguir el poder de la ficción. Su infierno grande quema y se enciende, debe reinscribirse desde su propia experiencia.
El contrapunto de lo escrito por Echeverría y lo vivido por Misky nos brinda en la narrativa de la obra la posibilidad de introducir el humor como contrapartida a la violencia del cuento, manteniendo un criterio de tradición popular para toda la familia.
Olvidate del matadero habla de la dialéctica entre la historia oficial y los tormentos propios de aquellos testigos portadores de las heridas cuyo pasos dejan las huellas mas hondas de la memoria.
Sobre la obra
Pablo Finamore y Claudio Martínez Bel partieron del clásico cuento El Matadero de Esteban Echeverría con la premisa de que es una ficción
política precursora de la grieta argentina donde se reflejada la batalla entre azules y colorados. La hipótesis de trabajo de los realizadores es una utopía de conciliación desde la cual se adentran en el conflicto desde la inocente mirada de un personaje que sufre las consecuencias de la historia sin entender mucho de que se trata la cosa.
“El malentendido en nuestra sociedad es materia corriente y el antagonismo es inevitable. Lo esencial es cómo trabajar en el marco de los
desacuerdos. Cómo se configura al otro, qué atributos se le suponen, qué vínculos se establecen con él y qué destino se le reserva” señalan para agregar que es necesario aceptar el antagonismo que permite proyectar vías de resolución, “la violencia gana cuando lo que se intenta es suprimir al antagonista, llamar grieta al antagonismo como si fuera una anormalidad y no la esencia propia de todo conjunto social lleva a una simplificación violenta que conduce a la polarización, a la división del mundo entre buenos y malos”.
La nobleza de la obra radica en que los autores partiendo de la genialidad de la estructura del cuento, le dedican una mirada crítica a la demonización del otro que piensa y vive diferente.
En la puesta en escena “la visión de un intelectual es interpelada por alguien que tiene un retraso mental, lo cual no le impide ver la diferencia entre los hechos y los inventos del escritor” indicaron para describir al protagonista Misky como “un personaje ficticio, con capacidades diferentes, hijo de una criada de don Esteban, con una extraña compulsión por la lectura sin llegar a comprender acabadamente las cuestiones que lee, entiende y no entiende”.
La naturaleza de un ser inocente, despojado de maldad que explora su propia vivencia en esa jornada en el matadero donde Echeverría desarrolla su ficción con una clara intención política, construyendo un mundo de barbarie, donde se confunden las personas con los animales como síntesis de su visión del gobierno de Rosas.
Sobre el contexto describen que “la acción se desarrolla en el año 1840, antes que Echeverría emprenda su exilio en Montevideo, tiempo después de esa jornada en el matadero, a casi dos años de la muerte de Encarnación Ezcurra, en un momento de máximo poder del gobierno de Rosas, de muchos enfrentamientos y por lo tanto de mucho peligro para quién estuviera en su contra”.
Teniendo en cuenta el contexto político aclaran el peso simbólico de la rebeldía de Misky, “que haya leído el escrito de El Matadero representa un peligro concreto para don Esteban y al enterarse le ordena que se olvide lo que leyó bajo amenaza de hacerlo meter preso en Montevideo. Esto enciende el conflicto que pone en marcha la acción. Misky debe olvidarse lo que leyó y para eso recuerda su propia experiencia”.
Con la puesta en escena, sus realizadores convocan al público en general al respeto por el otro, “podemos apreciar entonces que existen diferentes visiones, ideas y pensamientos. El asunto es integrarlos, darles participación y entidad como semejantes con iguales derechos”.
Sobre los autores
Pablo Finamore
Actor, director, docente y guionista. Desde 1990 ha participado en más de cuarenta obras profesionales, en más de diez oportunidades en el Teatro Municipal Gral. San Martín; en el Teatro Nacional Cervantes, en teatros comerciales como el Maipo, el Metropolitan, el Multiteatro, en más de veinte salas de reconocida trayectoria en el circuito independiente de la ciudad de Buenos Aires y giras por Alemania, Francia, España y el interior del país. Ha sido dirigido por directores como Jorge Lavelli, Osvaldo Bonet, Alejandra Boero, Juan Carlos Gené, Daniel Veronese, Lía Jelín, Ana Alvarado, Emilio García Webhi, Silvio Lang, Facundo Ramírez, Alicia Zanca, Daniel Suárez Marzal, Carlos Ianni, Manuel Iebvadni, Román Lamas, Marcelo Nacci, Dora Milea, Román Podolsky, Mateo Chiarino y María Esther Fernández.
Últimamente fue actor en “El inspector” de Gogol, en el Teatro San Martín, en “Bajo Terapia” y en “Toc-toc”, fue parte del elenco de “Departamento de soltero” en el teatro Lola Membrives, protagonizó “La onda expansiva” de Rodrigo Cárdenas y fue director de “Núremberg” y de “Cuántos fantasmas en un beso”. Maestras y Maestros: María Esther Fernández; Alejandra Boero; Juan Carlos Gené; Verónica Oddó; Ricardo Bartís. Ha recibido importantes premios destacándose el “Trinidad Guevara” por su actuación protagónica.
Claudio Martínez Bel
Actualmente participa como actor en Terrenal de Mauricio Kartun, obra multipremiada y el suceso teatral desde el 2014.
Ha participado como actor en espectáculos como: “No me dejes asi” y “Perras” (dirigidos por Enrique Federman), “Se busca un payaso” bajo la dirección de Ana Alvarado, “Discepolín y yo” de Betty Gambartes, “Cosas de payasos” (de su autoría y dirigida por E. Gondell, recibió el 1er Premio Argentores, mejor obra de teatro para niños), “Historia de un pequeño hombrecito” por la que recibió varios premios. (Teatralia 2001 España, Necochea 2000), “Marisa y Simón” (de su autoría y dirigida por Silvina Grinberg), “Riñón de cerdo para el desconsuelo” de A. Ricaño, dirigido por Carlos Ianni en el Celcit. Nominado a los premios Trinidad Guevara y Estrella de mar como director por La denuncia.
Autor y director de Cosas de payasas en el CCC y Yo puedo sola en microteatro. Es maestro de clown desde hace más 20 años en forma ininterrumpida tanto en la EMAD (Escuela metropolitana de arte dramático) como en talleres privados y seminarios en distintas ciudades.
Ficha
Actuación: Pablo Finamore.
Asistencia y producción: Adriana Yasky
Dirección: Claudio Martínez Bel
Supervisión en dramaturgia: Mauricio Kartun
Vestuario y escenografía: Adriana Estol
Iluminación: Agnese Lozupone
Realización escenográfica: Richard Forcada
Diseño gráfico: Paco Fernández
Fotos: Nahuel Lamoglia/Paco Fernández
Función: sábado 15 de octubre 21 horas.
Lugar: Sala Arteón (Sarmiento 778/ Rosario).
Reservas: 3416904166
Luego de memorables obras como Rota (Mariano Stolkiner) o Conferencia bajo la lluvia (Fabián Vena y José Luis Arias), la sala Arteón continúa con su gran temporada en Rosario. Esta vez nos trae Olvidate de Matadero, una pieza teatral que invita a sanear las grietas que nos separan del otro desde el respeto por el relato popular.
La dialéctica de lo dicho y lo no dicho
La novela de lo relatado popularmente nos dice que un pueblo puede ser chico y tener decenas de infiernos grandes. Un habitante, un interior, un abismo, la ecuación censaria casi infalible. Un arquetipo evocado desde el semblante de una persona cualquiera, que se sale de la norma manteniendo el justo equilibro y espiando culpas, ¿qué sería de nuestra cultura sin el opa, el tonto?
Un Misky es necesario en cada comunidad. En la obra Olvidate Matadero lo hay y lo necesariamente tonto como para hundirse en las raíces más profundas de nuestra cultura popular al punto tal de llegar a Esteban Echeverría, el celebre exponente de la literatura nacional.
Misky es el hijo de la criada. Se encuentra en la casa repleta de libros del maestro. Allí aprende a leer desde su tontera, lo hace sin parar y aunque no entienda todo, no detiene su compulsión, incomoda e interpela.
El accidente llega la tarde en que lee el cuento del patrón, El Matadero y esa vez será distinto, porque él fue testigo de la jornada atípica, habitó el lugar de los hechos y puede reconocer que no fueron así las cosas sin distinguir el poder de la ficción. Su infierno grande quema y se enciende, debe reinscribirse desde su propia experiencia.
El contrapunto de lo escrito por Echeverría y lo vivido por Misky nos brinda en la narrativa de la obra la posibilidad de introducir el humor como contrapartida a la violencia del cuento, manteniendo un criterio de tradición popular para toda la familia.
Olvidate del matadero habla de la dialéctica entre la historia oficial y los tormentos propios de aquellos testigos portadores de las heridas cuyo pasos dejan las huellas mas hondas de la memoria.
Sobre la obra
Pablo Finamore y Claudio Martínez Bel partieron del clásico cuento El Matadero de Esteban Echeverría con la premisa de que es una ficción
política precursora de la grieta argentina donde se reflejada la batalla entre azules y colorados. La hipótesis de trabajo de los realizadores es una utopía de conciliación desde la cual se adentran en el conflicto desde la inocente mirada de un personaje que sufre las consecuencias de la historia sin entender mucho de que se trata la cosa.
“El malentendido en nuestra sociedad es materia corriente y el antagonismo es inevitable. Lo esencial es cómo trabajar en el marco de los
desacuerdos. Cómo se configura al otro, qué atributos se le suponen, qué vínculos se establecen con él y qué destino se le reserva” señalan para agregar que es necesario aceptar el antagonismo que permite proyectar vías de resolución, “la violencia gana cuando lo que se intenta es suprimir al antagonista, llamar grieta al antagonismo como si fuera una anormalidad y no la esencia propia de todo conjunto social lleva a una simplificación violenta que conduce a la polarización, a la división del mundo entre buenos y malos”.
La nobleza de la obra radica en que los autores partiendo de la genialidad de la estructura del cuento, le dedican una mirada crítica a la demonización del otro que piensa y vive diferente.
En la puesta en escena “la visión de un intelectual es interpelada por alguien que tiene un retraso mental, lo cual no le impide ver la diferencia entre los hechos y los inventos del escritor” indicaron para describir al protagonista Misky como “un personaje ficticio, con capacidades diferentes, hijo de una criada de don Esteban, con una extraña compulsión por la lectura sin llegar a comprender acabadamente las cuestiones que lee, entiende y no entiende”.
La naturaleza de un ser inocente, despojado de maldad que explora su propia vivencia en esa jornada en el matadero donde Echeverría desarrolla su ficción con una clara intención política, construyendo un mundo de barbarie, donde se confunden las personas con los animales como síntesis de su visión del gobierno de Rosas.
Sobre el contexto describen que “la acción se desarrolla en el año 1840, antes que Echeverría emprenda su exilio en Montevideo, tiempo después de esa jornada en el matadero, a casi dos años de la muerte de Encarnación Ezcurra, en un momento de máximo poder del gobierno de Rosas, de muchos enfrentamientos y por lo tanto de mucho peligro para quién estuviera en su contra”.
Teniendo en cuenta el contexto político aclaran el peso simbólico de la rebeldía de Misky, “que haya leído el escrito de El Matadero representa un peligro concreto para don Esteban y al enterarse le ordena que se olvide lo que leyó bajo amenaza de hacerlo meter preso en Montevideo. Esto enciende el conflicto que pone en marcha la acción. Misky debe olvidarse lo que leyó y para eso recuerda su propia experiencia”.
Con la puesta en escena, sus realizadores convocan al público en general al respeto por el otro, “podemos apreciar entonces que existen diferentes visiones, ideas y pensamientos. El asunto es integrarlos, darles participación y entidad como semejantes con iguales derechos”.
Sobre los autores
Pablo Finamore
Actor, director, docente y guionista. Desde 1990 ha participado en más de cuarenta obras profesionales, en más de diez oportunidades en el Teatro Municipal Gral. San Martín; en el Teatro Nacional Cervantes, en teatros comerciales como el Maipo, el Metropolitan, el Multiteatro, en más de veinte salas de reconocida trayectoria en el circuito independiente de la ciudad de Buenos Aires y giras por Alemania, Francia, España y el interior del país. Ha sido dirigido por directores como Jorge Lavelli, Osvaldo Bonet, Alejandra Boero, Juan Carlos Gené, Daniel Veronese, Lía Jelín, Ana Alvarado, Emilio García Webhi, Silvio Lang, Facundo Ramírez, Alicia Zanca, Daniel Suárez Marzal, Carlos Ianni, Manuel Iebvadni, Román Lamas, Marcelo Nacci, Dora Milea, Román Podolsky, Mateo Chiarino y María Esther Fernández.
Últimamente fue actor en “El inspector” de Gogol, en el Teatro San Martín, en “Bajo Terapia” y en “Toc-toc”, fue parte del elenco de “Departamento de soltero” en el teatro Lola Membrives, protagonizó “La onda expansiva” de Rodrigo Cárdenas y fue director de “Núremberg” y de “Cuántos fantasmas en un beso”. Maestras y Maestros: María Esther Fernández; Alejandra Boero; Juan Carlos Gené; Verónica Oddó; Ricardo Bartís. Ha recibido importantes premios destacándose el “Trinidad Guevara” por su actuación protagónica.
Claudio Martínez Bel
Actualmente participa como actor en Terrenal de Mauricio Kartun, obra multipremiada y el suceso teatral desde el 2014.
Ha participado como actor en espectáculos como: “No me dejes asi” y “Perras” (dirigidos por Enrique Federman), “Se busca un payaso” bajo la dirección de Ana Alvarado, “Discepolín y yo” de Betty Gambartes, “Cosas de payasos” (de su autoría y dirigida por E. Gondell, recibió el 1er Premio Argentores, mejor obra de teatro para niños), “Historia de un pequeño hombrecito” por la que recibió varios premios. (Teatralia 2001 España, Necochea 2000), “Marisa y Simón” (de su autoría y dirigida por Silvina Grinberg), “Riñón de cerdo para el desconsuelo” de A. Ricaño, dirigido por Carlos Ianni en el Celcit. Nominado a los premios Trinidad Guevara y Estrella de mar como director por La denuncia.
Autor y director de Cosas de payasas en el CCC y Yo puedo sola en microteatro. Es maestro de clown desde hace más 20 años en forma ininterrumpida tanto en la EMAD (Escuela metropolitana de arte dramático) como en talleres privados y seminarios en distintas ciudades.
Ficha
Actuación: Pablo Finamore.
Asistencia y producción: Adriana Yasky
Dirección: Claudio Martínez Bel
Supervisión en dramaturgia: Mauricio Kartun
Vestuario y escenografía: Adriana Estol
Iluminación: Agnese Lozupone
Realización escenográfica: Richard Forcada
Diseño gráfico: Paco Fernández
Fotos: Nahuel Lamoglia/Paco Fernández
Función: sábado 15 de octubre 21 horas.
Lugar: Sala Arteón (Sarmiento 778/ Rosario).
Reservas: 3416904166
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