La editorial Maten al Mensajero ha dado forma a una de las colecciones más regulares y exitosas de los últimos años. “Grandes historietitas” es su facción destinada a los más pequeños, y desde su número inicial ha ido cosechando mayores adeptos y escalando en popularidad. Para ello es importante, sin dudas, el aporte de Grisel Pires dos Barros como coordinadora/directora quien ha sabido dotar de identidad a la colección, presentando una variedad de artistas (no siempre vinculados al trabajo infantil) con ideas frescas, pero ante todo muy entretenidas.
En un sector en el que las opciones destinadas a los infantes han ido en aumento, “Grandes historietitas” logra asomarse por sobre el resto ofreciendo una lectura ágil y divertida, pero también mucha pedagogía. Más allá de la propia historieta, cada fascículo se destaca por presentar algún que otro objeto para armar (barcos piratas; dados para jugar al piedra, papel y tijera y dispositivos ópticos), así como una serie de juegos y actividades que invitan a los niños a zambullirse nuevamente en la lectura.
La coordinadora de la colección y el artista.Foto: gentileza
La colección es presentada de la siguiente manera: “Grandes Historietitas es una Enciclopedia salvaje y delirante de todo lo que las criaturitas quieren saber sobre el universo y alrededores. Nuestro equipo de especialistas rastrea los confines del mundo conocido y desconocido en busca de historietas importantísimas para las criaturitas humanas. No son fáciles de encontrar: ¡son salvajes! Pueden vivir debajo de una piedra, escondidas en cuevas submarinas, dentro de un limón, correteando entre las lunas de Saturno, a la sombra de una vela o incluso entre las dos orejas de una criaturita”.
Durante noviembre, y tras el éxito de la colección, la editorial porteña no solo reeditó sus tres primeros libros (“Piratas” de Brian Janchez, “Dinosaurios” de Maco y “Misterio” de Agustina Casot) sino que publicó una nueva entrega "El Jopo mutante ataca", obra del artista Mauro Vargas.
Una aventura colmada de acción, humor y ciencia ficción “con mutantes, pelos salvajes, monstruos gigantes japoneses, temibles cáscaras de bananas, una directora de escuela, un colectivo heroico y un piojo robot”. Se consigue en comiquerías y librerías especializadas.
"El Jopo mutante ataca"
Es el cuarto trabajo correspondiente a la serie, y se presenta al igual que sus pares, en una edición íntegramente a color compuesta por 48 páginas que respetan el formato de 23 x 16 cm. Es una edición estéticamente muy linda, que se lleva de maravilla con los números anteriormente publicados. Se trata de una colección que goza de personalidad y que, en consecuencia, invita a los lectores a seguir alimentando sus bibliotecas porque, más allá del grato contenido, los tomos quedan muy lindos uno detrás del otro. En líneas generales tanto el diseño como la organización del libro están muy bien logrados, fruto de la maquetación a cargo de Pablo Vigo y Camila Torre Notari.
Este volumen tiene a Mauro Vargas como autor y dibujante, un artista dueño de una extensa trayectoria vinculada principalmente a las infancias. Y esto se nota. Vargas presenta una historia a la que resulta difícil endilgarle un claro protagonista, más allá del “Jopo mutante” que da nombre al relato. Hay numerosos personajes que entran y salen de escena constantemente, ofreciendo diálogos graciosos y efectivos. Y esto lo consigue manejando bien los tiempos, sin enredar una trama que, ante todo, está destinada a los más pequeños.
Un nuevo alumno llega a la escuela, Ricky, y rápidamente consigue la simpatía y adoración de maestros y compañeros. Como deportista es excelente y como alumno muy inteligente, alguien que parece perfecto en todo. Sin embargo, a Marquitos Zeramil -que por si fuera poco lo tiene como compañero de banco- no le cae nada bien; por esas y otras razones; aunque principalmente se siente molesto con la altura de su “jopo”, del que se muestra muy seguro.
Marquitos, entonces, se aplicará en todo su cabello un fertilizante en el que estaba trabajando Lucas, su padre inventor, con el fin de competir con el mechón que resplandece sobre la frente de Ricky. Por supuesto las cosas no saldrán como pensaba y el jopo no sólo no parará de crecer, sino que se descontrolará, adquiriendo entidad y vida propia. Como se menciona en la introducción del libro “una montaña de pelos puede ser muy bonita, pero también muy peligrosa”.
Desde allí parte la trama, referenciando con buen tino algunos lugares comunes de las cintas de catástrofe, ciencia ficción y monstruos japoneses como Godzilla o Megalon. Entre ellos podemos mencionar las coberturas periodísticas en helicóptero y las mesas y reuniones gubernamentales orientadas a darle solución al asunto.
Respecto al dibujo, hay planos y secuencias que remiten sin dudas al cine, Vargas trabaja gráficamente muy bien las páginas contagiando el movimiento que viven los personajes. Es prolijo en la estructura de las viñetas, aunque entiende claramente cuándo es momento de romperla. En el tramo final se permite, incluso, alguna que otra página completa, en la que literalmente da la sensación de que todo tiembla y se mueve.
La trama, por su parte, es simple, eficaz y muy llevadera. Dada la extensión del tomo, no hay tiempo para baches ni rellenos. El autor ejecuta aquello que quiere contar a fuerza de buenos remates y personajes atrayentes y tan cercanos como pueden serlo una directora de escuela, un profesor de gimnasia o un pintor.
Las últimas páginas, como es ya costumbre, se encargan de ampliar un poco la información, presentar algunas actividades e instruir en el armado de algún dispositivo o juguete de papel, en este caso puntual, un “Piojo Robot”.
“El Jopo mutante ataca" es una muy grata obra, a la altura de una colección que a estas alturas se ha transformado en una de las naves insignias de la joven editorial Maten al Mensajero.
El autor
Mauro Vargas nació en Bariloche en 1979. Estudió Cine y Bellas Artes y se formó en historietas, prestando una especial atención a la ilustración infantil. Dibujó para el mercado local, así como para España, Estados Unidos e Inglaterra.
Hizo páginas de historieta para Dynamite, Darkhorse y Marvel, ilustró “El juego de la copa” y “Día de Monstruos”, dos libros de cuentos de Luciana Murzi; dibujó las historietas de “Ash versus the Army of Darkness”, con guiones de Bowers y Sims, y “El conjurador de tormentas” con guión de César Herce.
Ilustró además los libros “Había una vez una laguna”; “Dulces sueños, mis pequeños”; “Todas las letras hacen piruetas”; “Nunca apagues la luz”; “Rosario Vera Peñaloza”; “La maldición del Zodíaco”, y los números 3 y 4 de la historieta “Metegol”.